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LAS MARCAS DEL TREN

El sábado 19 de Diciembre hubo mucho alboroto mediático en Paraná debido a que nuevamente un tren entrerriano cruzaba la provincia de costa a costa. De Paraná a Concepción del Uruguay y viceversa pasando por 24 localidades y la crónica también decía que en nuestra provincia no había un tren de pasajeros desde hace 18 años.

El domingo 20 de Diciembre leo en el Diario de Paraná un escrito de Fabián Reato, hijo dilecto de Mansilla y joven escritor, titulado “Sobre vías y el tren de la historia” quien describe con precisión y sencillez, no exenta de vívida emoción, pinceladas maravillosas de lo que significaba el tren en nuestra niñez y en nuestro querido pueblo. De cómo, simples anécdotas, reflejaban todo un sentir alrededor del tren, la estación y sus vías. Luego vino la nada y otra fue la historia.

Pero este escrito hizo de disparador para muchas imágenes que tengo guardadas en mis recuerdos, porque el tren y Mansilla marcaron mi niñez y juventud para siempre y eso es lo que intentaré reflejar a partir de este momento.

Desde que tenía meses de vida, mi ida a Mansilla era en tren. Luego ya en la escuela primaria, cuando venían las vacaciones, mi mejor aventura era viajar en tren a visitar a mis abuelos y demás seres queridos. Y digo aventura porque en esos años viajar desde Paraná (hoy por ruta son apenas dos horas) significaba unas nueve horas de viaje. Cada viaje era como prepararme para ir a Europa, por decir un lugar lejano. Era un gran misterio lo de las distancias y a mi me parecía que Mansilla estaba lejos, muy lejos.
Tomábamos el tren que iba a Uruguay alrededor de las siete de la mañana y nos bajábamos en Rosario del Tala cerca del mediodía. Ahí esperábamos hasta las dos de la tarde y tomábamos el “lechero” del Ramal Tala – Gualeguay. La adrenalina se acrecentaba a medida que se acercaba Gobernador Mansilla.

El tren pasaba a unos cien metros de la casa de mis abuelos y ver a mi abuela Adelina parada en la esquina de su casa saludando era la primera postal que como niño atesoro con mucha emoción. Mi abuelo Enrique me esperaba en la estación y me llevaba a caballo, porque lo mas lindo era andar a caballo. Manso y cansino el andar del tobiano que tenía y que no recuerdo su nombre. Ya habían empezado mis vacaciones y mis días inolvidables en Mansilla.

Por el tren tengo una marca en la frente que la llevo por siempre, dado que cuando pasaba frente a la casa de mis abuelos, siempre salía ella a saludar a uno de sus sobrinos, que era guarda (el recordado Chochi Ruiz) y una vez ella tenía en sus manos unos tenedores que estaba lavando. Yo era chiquito que apenas llegaba a su cintura y una vez al darse vuelta, no me vió y sin querer me clavó las puntas de un tenedor en mi frente. Esa marca hoy, a más cincuenta años de esta anécdota, está incólume en mi frente. Y todo por el paso del tren.

Hoy conozco gente que nunca anduvo en tren y no saben la terapia que es. Viajar sin apuro disfrutando el paisaje del campo entrerriano invitan a valorar aún más nuestros recursos naturales. Las paradas en cada estación, el rito y las emociones de la llegada y despedida de los que viajaban, el jefe de estación con su pulcro uniforme y no se por qué siempre serio, el tañido de la campana y el silbato del guarda nunca se borrarán de mi memoria. Además el tren era todo un acontecimiento en cada pueblo y más de uno solo iba a hacer sociales y verlo pasar. Era el rato de actividad intensa que más de un pueblo tenía. Pasaba el tren y todo volvía a la tranquilidad. Así era la vida en los pueblos.

Mi querido viejo – Pirungo – viajó muchos años en tren llevando la correspondencia, era el clásico Estafetero. Es decir que su misión durante varios años fue entregar en cada pueblo las cartas portadoras de noticias. El correo era el pulso de muchas vivencias para los habitantes de los pueblos chicos. Vaya si no era importante el paso del tren en aquellos años.

Cuántas historias tendrá cada uno relacionadas con el tren. Era el encuentro alegre de los estudiantes, era el viaje a las principales ciudades para atenderse con el doctor y/o hacer trámites, era el obligado viaje a visitar a los parientes, etc. Los ómnibus casi no existían.

Incluso nosotros desde Mansilla, siendo jóvenes tomábamos el tren el sábado por la tarde para ir a bailar a Galarza e incluso subían amigas nuestras en la estación de Arroyo Clé. Volvíamos al otro día en el tren de la madrugada. Hermosos recuerdos de juventud. Quién nos “quitaba lo bailado” como se decía comúnmente. Y todo por el invalorable precio de disfrutar con nuestros amigos del alma teniendo al tren como cómplice de tantas vivencias compartidas.

Por eso ese escrito de Fabián potenció mis lejanos recuerdos. Por los años 77 hice unas imágenes relacionadas con el tren y se las entrego afectuosamente para complementar este modesto recuerdo, siempre con Mansilla como eje de mis primeros años de vida y con el tren y las vías como referente obligado cuando de viajar y disfrutar se trataba. Viejos amigos, salud !!!


Héctor Kico Monti
Paraná
28 de Diciembre de 2009



NdelaR: las fotografías me pertenecen, excepto la toma panorámica del tren tomando una pronunciada curva cuyo momento fue eternizado por mi querido amigo y compadre Aldo Francisconi.


Nuestro agradecimiento al Sr. Héctor Kico Monti por su permanente e invalorable aporte. Grupo “Añoranzas”

SOBRE VÍAS Y EL TREN DE LA HISTORIA



Fabián Reato

Me acuerdo de una mañana de un 8 de diciembre, allá en el pueblo y hace tiempo. Armábamos el pesebre con mi tía en la casa de mis abuelos, que estaba a pocos metros de la vía. De pronto, pasó el tren de las 10. La mesa tembló, se cayó el San José y se descabezó.
Me acuerdo de las monedas de 25, que poníamos en fila sobre los rieles. Una al lado de la otra, cinco minutos antes. Después, esperábamos ansiosos al costado para volver y ver cómo las ruedas terribles las habían dejado convertidas en estampillas de metal.Las locomotoras eran negras, imponentes, rugían como monstruos. Arrancaban despacio, haciendo fuerza y de apoco iban tomando velocidad, pitando un saludo desesperado.Me acuerdo del vapor intenso, blanco tiza, que por un momento cubría el andén y dejaba a los que se estaban despidiendo sumergidos en una bruma, como si ya fuesen del pasado. Los bancos de madera, las columnas de la galería, el pasto bien cortado, el cartel con el nombre de mi pueblo: Gobernador Mansilla.Por entonces, la gente llegaba en tren, se iba en tren, pasaba en tren.Me acuerdo del tren a Buenos Aires, que venía del norte. Se decía que el viaje duraba días y por eso los pasajeros no sólo llevaban equipajes sino también pollos vivos a los que les daban de comer en los pasillos, y naranjas para calmar la sed, y guitarras para matar el aburrimiento. Eran muchos vagones, marrones, con ventanillas abiertas y caras curiosas asomadas. El último era el del correo: todo un vagón cargado de cartas, sobres con esquelas, anuncios, facturas, encomiendas, saludos, tarjetas. En aquel tiempo, las cartas iban en tren.Por las vías también pasaban las zorras, que no eran animales sino una especia de balsa con ruedas. Trasladaban a los “catangos”, es decir a los obreros que mantenían las vías en condiciones, o los hilos del telégrafo, o los pasos a nivel. Algunas zorras eran a tracción a sangre, había que subir y bajar una palanca para impulsarlas, como si se bombeara agua. Nosotros mirábamos con mucha envidia a esos esforzados náufragos y queríamos ser uno de ellos. Más tarde, las zorras tuvieron motor y perdieron un poco de magia.Por las vías también andaban los linyeras, o los crotos o los vagos trashumantes. Así como llegaban se iban a los pocos días, después de pedir algo de comida y un lugar en el galpón para dormir. Nosotros no les teníamos miedo pero los grandes nos decían que se robaban a los chicos que se portaban mal y nunca más los devolvían. Había uno que una vez contó que su sueño era ganar la lotería para comprarse un boleto y viajar en tren hasta donde se terminaban las vías. Decía que quería ir leyendo el diario y fumando un cigarro.Me acuerdo de aquel 76, cuando los militares dijeron que no iban a circular más trenes entre Rosario del Tala y Gualeguay. Entonces, llegaron ellos: aburridos, serios, grises, prepotentes y se llevaron el cartel de la boletería, la campana, el reloj a péndulo, los muebles que habían traído los ingleses, el banco de la galería, los sillones de la sala de espera. En las vías creció el pasto y sólo sirvieron de corral para vacas y caballos.Después, me vine a estudiar a Paraná, en tren. Lo tomábamos en Lucas González o en Estación Sola. Había guardas que pedían el boleto y lo marcaban con una perforadora. Pero además te hacían bajar los pies si vos te estirabas para dormir y los apoyabas en el asiento de enfrente. Era lindo dormirse en el tren porque te acunaba. También era lindo pasar por las estaciones y ver los campos salpicados de islotes de árboles. En los 90, ramal que paraba, ramal que cerraba, como si nada. Las estaciones quedaron abandonadas, o pasaron a ser oficinas públicas, centros culturales o el museo del pueblo.“No hay que perder el tren de la historia”, se decía en aquellos años.Y el país se quedó en la vía.

Publicado en El Diario, Paraná, 20-12-09

“EL BUEN SAMARITANO”

Ya puede conseguirse en Paraná El buen samaritano, la nueva novela del periodista y escritor Fabián Reato. Después de Esparadrapo; obra ganadora del Premio Escenario a la mejor novela entrerriana del 2008, Fabián Reato vuelve a conmover con un relato original, donde los cruces de emociones e intensidad de las situaciones, transforman al lector, de pronto, en un personaje más de la historia. Fabián “Reato -según marca el periodista Mario Alarcón Muñiz en el prólogo del libro- se incorporó en 2008 al mundo de la narración con Esparadrapo, una novela que atrapa desde el comienzo.
No resulta fácil interrumpir su lectura, porque el misterioso mal que aqueja al periodista Aguilar es un hilo conductor muy fuerte en torno del cual gira la historia, sucediéndose hechos y personajes por lo general simples y sin mayores complicaciones, pero atrapantes.
Diferente es el caso de El buen samaritano. Aunque el relato es tan ágil como el anterior, al igual que su poder de captación del lector, se advierte otro manejo de situaciones y protagonistas. Si se quiere este trabajo marca un crecimiento narrativo de Reato. Es un escalón más en la carrera de escritor que ha elegido, pues indaga en personalidades distintas y casi todas muy actuales. Es como percibirlas en nuestro derredor”.Y prosigue: “El asesinato del sacristán Andrés es el centro del relato. El hecho puede tentarnos a clasificar la obra dentro del género policial; pero las intenciones de Fabián son otras, al adentrarse en problemas de nuestro tiempo a través de diseños psíquicos que marcan individualidades por lo general complejas. Quizá las menos problematizadas, es decir las más comunes, sean las de Asencio, el cura Lorenzo y la madre de Andrés. Las demás -Andrés, el padre Lamónica, Clara, Almirón- giran en un universo que conocemos por las vivencias cotidianas: indiferencia, sensualidad, infidelidades, distorsiones, fracasos, en fin, trastornos de este mundo moderno. En un segundo plano del relato, la víctima de una golpiza callejera sugiere, además del título, la contracara solidaria en una sociedad egoísta. Reato no se propone corregir nada. No es su función. Simplemente lo plantea, por momentos con crudeza. Y lo hace mediante una inteligente estructura narrativa, porque los personajes aparecen distantes, en situaciones diferentes, pero se van acercando a medida que avanza el relato hasta llegar a un final sorprendente. Además de honrarme, mucho me place responder a la invitación de Fabián Reato de prologarle este, su segundo libro. Nos conocimos trabajando juntos en la misma redacción durante algunos años. Y fue en esa relación cotidiana y en la tarea compartida de buscar información o investigar y escribir noticias, notas o comentarios, que advertí las condiciones profesionales y éticas de este joven escritor a quien auguro el futuro promisorio que sus dos primeros libros están insinuando.El estilo de Fabián es eminentemente periodístico. Redacta con amenidad, sin subterfugios ni complicaciones, de manera directa y clara. De ahí su facilidad de manejar descripciones y diálogos. Esto se aprende en las redacciones mediante la práctica diaria de pensar y teclear en tiempo perentorio y se lo fortalece con la lectura. Quienes ejercemos el oficio del periodismo saludamos la incorporación de nuestro talentoso colega al mundo de las letras”.

Publicado en www.EnterateEntreRios.com.ar

MUESTRA EN “LO PIRUCA”

El pasado sábado 7 de noviembre de 2009, en “Lo Piruca” Resto-Bar, Artistas del Salón “Añoranzas” inauguraron la Muestra Permanente de Artista Locales.
En esta primera oportunidad exponen: Sara Ester Casavechia, Noemí María Zampieri, Rubén Darío Latorre, Julián Coccoz, Alejandro Edgar Ansa, Delfina Itatí Monti, Sebastián Coccoz y María Cristina García.