DOÑA NORBERTA

Doña Norberta Acosta (2007), Noemí María Zampieri, Tinta.

DOÑA NORBERTA – Por Ercilia Grassi de Garzia

Cuando llegué al pueblo, había como en todo pueblo, personajes pintorescos llenos de historia y de anécdotas, casi siempre una aureola de misterio rodeaba su pasado. Aquí estaban, formando una heterogénea galería, Minguecho, Don Maduro, El Loro Verde, Pata e’fierro, Doña Norberta. Es, precisamente, Doña Norberta la que primero despertó mi tención.

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Doña Norberta Acosta (2007), Noemí María Zampieri, Tinta.

Ella vivía en la plazoleta, ese era su hogar, iba y venía con una desvencijada valija, enorme, de cartón, donde tenía todo su patrimonio. La plazoleta, por aquella época tenía un ancho cerco de ligustrina que oficiaba de pared baja, tenía bancos de madera y cemento, y glorietas de hierro y alambres por donde trepaban enredaderas, rosas, jazmín amarillo, que competían con las coronas de novias, antes que los vientos de primavera desparramaran sus pétalos por el suelo como papel picado después de una noche de corso. Bueno éste era el reducto, guarida o finca de Doña Norberta, era, por supuesto territorio privado, nadie podía pasar por su casa, tenía un palo a guisa de bastón y con él corría a los desaprensivos que osaban violar su propiedad. Recuerdo que yo tenía un miedo bárbaro de pasar aunque sea cerca del lugar donde estaba, pero había momentos en que debía hacerlo, desde mi pensión, hasta un surtidor de agua que había en la esquina opuesta, debíamos cruzar la plazoleta o de lo contrario dar todo un rodeo con los baldes llenos de agua, esto no nos hacía ninguna gracia, entonces esperábamos a que Doña Norberta terminara sus quehaceres domésticos: cocinar, limpiar, arreglar la valija, pues era seguro que luego salía de paseo entonces quedaba el terreno libre para buscar el agua del surtidor público… (Piruetas en el Aire, Mansilla en el tiempo, 1996)