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Entrañable Amistad - Por Graciela Rubini


Libertad y Crucifixión (2007), Rubén Darío Latorre, Composición.

A fuer de ser sincera debo confesar que la objetividad no me será posible al referirme a Fabián Gustavo Reato. Una amistad de 25 años no me lo permitirá ya que estará teñida del afecto genuino y profundo que nos une. Hay varios aspectos que definen la persona que es y aún no se terminaría de conocerlo por aquello de original y único que tiene cada ser humano.
Se pierden en lo meandros oscuros de mi memoria cómo nos conocimos, casi recién llegada a los pagos de Mansilla. Sí lo recuerdo como uno de mis primeros alumnos de inglés, aplicadísimo y entusiasta. Tardes de mate, árboles y charla. Momentos de compartir y departir ideas, coincidencias que nos acercaron, los albores de los ochenta con toda esa carga de sorpresa y advenimiento. Fue después padrino de nacimiento de Emmanuel, mi segundo hijo.
Uno de los rasgos que primero me impresionaron, era su inteligencia, su tremenda capacidad de análisis y lo fuerte de sus convicciones. Rasgos que la madurez ha acentuado sin lugar a dudas. No he titubeado en llamarlo maestro, porque por su ejemplo y predica Fabián me enseño a tolerar, a luchar por mis ideas, la importancia de la lealtad hacia esas mismas ideas, a ponerme en otro lugar para mirar un mismo hecho, en suma, cimentó las bases de una entrañable amistad donde el respeto y el cariño funcionan de la mano.
Como profesional dedicado a la tarea de comunicar, actualmente en El Diario de Paraná, Fabián es un excelente periodista, además de buen escritor. Dueño de una preclara visión de la realidad, analiza hechos y circunstancias con un profundo sentido humano; el ser humano en cuanto ser suficiente es el norte en su reflexión. Memorioso y estudioso él pone la mirada donde seguramente la mayoría de nosotros no podría; desde ahí analiza y conjetura con diáfana clarividencia. Busqué su punto de vista, su reflexión y aún su consejo, siempre como quien abreva sediento en un oasis de aguas cristalinas y nutrientes, porque sabía que la riqueza de su inteligencia y capacidad me aportarían lo que yo no podía. Ese rasgo profundamente misericordioso hacia el ser humano no lo pudo sustraer de la lucha gremial, su combate permanente y muchas veces solitario, por mejorar condiciones laborales de sus compañeros. Y como no podía ser de otra manera, su convicción cristiana y católica lo tienen como un verdadero apóstol de la palabra de Dios.
No sé quien define a quién, si el escritor al periodista o se hace periodista por su afición a la escritura. Como sea, ambas disciplinas ganan un profesional de prestigio y que aún marcará hitos insospechados. Eso espero porque lo merece, pero es tanta su modestia, que yo tildaría de una tímida baja estima por su propio trabajo, que no lo catapultan como el mercado marca la tendencia. Él no se ciñe a ningún modelo y mucho menos a los del merchandising; diría que “no se vende” como debiera…
Seguramente y no puedo censurarlo, se me acusará de exagerar, ¿pero si supieran de un hombre al que no le oí jamás juzgar a nadie, tolerar con exquisita paciencia, pensar con preclara inteligencia, ayudar sin miramientos, caer y levantarse un millón de veces y siempre con una melancólica sonrisa encomendando a su Dios, y no claudicar en sus ideales, defensor acérrimo de su verdad, humano hasta el dolor y fundamentalmente un ser desde todos los lados, querible, no se me perdonaría no la exageración, sí mi inclaudicable admiración y cariño? Creo, estoy convencida, que Fabián es el hombre que podría decir sin rubor, que tiene “el millón de amigos” que canta Roberto Carlos, ganados a puro fabianazo, y que entre ellos, él me honra brindándome su casi hermandad elegida. Fabián es el “imprescindible” de Bertold Bretch y agradezco a nuestro Dios que haya cruzado nuestros caminos.

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